La historia nos devuelve siempre algo de nosotros, y en esas casetes grabadas que todo el mundo consumió y garabateó masivamente en los años 70, 80 y 90 del pasado siglo, está enfocado este proyecto.

“Las cintas”, ese objeto cotidiano del que se cumplen ahora casi 50 años de su nacimiento por la marca Philips, esos almacenes sonoros de bolsillo alrededor de los cuales se desarrolló toda una industria de reproducción y fabricación. Los estuches de casete compacto, como se les llamó, nacieron como radio grabadores y dictados, aunque el uso se popularizó rápidamente y las aplicaciones se extendieron desde el audio portátil de grabación casera, al almacenaje de datos para computadoras. Entre los años sesenta y mediados de los noventa, el casete fue uno de los formatos más comunes para la música pregrabada, junto a los discos de vinilo. Esta tecnología obsoleta industrialmente, inspiró una serie de trabajos tomados directamente de varios modelos originales de las marcas Basf y TDK, diseñados con luz de neón en su interior. El resultado es una colección de piezas del mismo tamaño construidas en plexiglas, sobre las que desarrollar el mismo trabajo gráfico casero con el que las identificábamos. La cinta de casete: un palimpsesto sobre el que proyectar la identidad colectiva.